ARQUETIPOS
Los arquetipos son sistemas de aptitud para la acción y, al mismo tiempo, imágenes y emociones. Se heredan con la estructura cerebral, en verdad, son su aspecto psíquico. Por un lado, representan un conservatismo instintivo muy fuerte, y por otro, constituyen el medio más eficaz concebible para la adaptación instintiva. Así que son, esencialmente, la parte infernal de la psique... aquella parte a través de la cual la psique se une a la naturaleza.
No se trata de ideas heredadas, sino de posibilidades de ideas heredadas. Tampoco son adquisiciones individuales sino, principalmente, comunes a todos, como puede deducirse de su presencia universal.
Los arquetipos se presentan como ideas e imágenes, al igual que todo lo que se convierte en contenido consciente.
Los arquetipos son por definición, factores y motivos que ordenan los elementos psíquicos en ciertas imágenes, caracterizadas como arquetípicas, pero de tal forma que sólo se pueden reconocer por los efectos que producen.
No podemos liberarnos legítimamente de nuestras bases arquetípicas a menos que estemos dispuestos a pagar el precio de una neurosis, tal como no podemos deshacernos de nuestro cuerpo y sus órganos sin cometer suicidio. Si no podemos negar los arquetipos o neutralizarlos de otro modo, nos vemos enfrentados, en cada nueva etapa de diferenciación de la conciencia a la cual aspira la civilización,a la tarea de encontrar una nueva interpretación apropiada para esa etapa, a fin de conectar la vida del pasado que aún existe en nosotros con la vida del presente que amenaza con escaparse.
EL INCONSCIENTE COLECTIVO.
El inconsciente albergaría, también, todo contenido psíquico de carácter subliminal, el cual no ha alcanzado los límites de la consciencia. Junto a contenidos de la experiencia personal que nunca alcanzaron a ser percibidos pero fueron registrados, el inconsciente poseería dos tipos de procesos que no serían explicables a través de las adquisiciones personales: los instintos, los impulsos naturales y los contenidos que constituirían imágenes o adquisiciones de orden colectivo, predisposiciones compartidas por toda la gente y manifestado a sí mismo en la conducta, sin tener en cuenta la cultura. Estas imágenes se propagarían a lo largo del tiempo y e una forma universal, que surge gracias a una función psíquica natural. El inconsciente, por tanto, no sólo posee elementos de carácter personal, sino que también posee elementos de carácter impersonal o colectivos expresados en la forma de categorías heredadas o arquetipos, predisposiciones innatas que pueden producir realmente imágenes y conceptos poderosos. Entre los arquetipos importantes encontramos el poder, los de la relación con los miembros del sexo opuesto, los de creencia en algo más grande, la guía, la maternidad y la paternidad.
Es importante destacar que los arquetipos no son contenidos sino formas que, gracias a la experiencia individual repetida, son despertadas por los eventos con el mundo externo, ordenando las representaciones que "aseguran en todo individuo la similitud, y aún la igualdad, de la experiencia y de la creación imaginativa" (JUNG, 1991, pag.54).
Muchos arquetipos deben satisfacerse, ya que constituyen poderosas necesidades humanas, cuya frustración provoca trastornos graves en la personalidad, ya que son instigaciones que vienen de nuestro interior. La falla en tomarlos en cuenta, como la falta de conocimiento o atención a fuerzas externas, los dotan con poder sobre nosotros, adueñándose del ego cuando no han sido satisfechos a través de la conducta. Generalmente, la religión y las tradiciones culturales han sido la expresión externa de los arquetipos, con distintos ritos y acciones que preparaban al individuo para enfrentarse a la fuerza de éstos de una manera integral; en nuestra cultura, la pérdida de estos baluartes ha dado lugar a la creación de variados "ismos" (comunismo, capitalismo), que creen borrar la supersticioso de las costumbres a partir de los supuestos racionales, pero que no entregan los elementos espirituales que permitan encarar al arquetipo de manera constructiva, haciendo caer a los individuos en la masa y en la consciencia social, dejándolos a merced del poder del inconsciente colectivo.
¿Que son, concretamente, y como surgen los arquetipos? La etimología nos remite, en primer lugar, a la palabras griegas “arjé” (elemento fundante, principio), y typos (tipo). El arque-tipo es por consiguiente una especie de tipificación formal de aquello que se supone fundante o primigenio. Diremos, en segundo lugar, que los arquetipos son a modo de “formas funcionales”, de estructuras inmanentes –en principio, formales-, residentes en ese inconsciente colectivo, de las que puede decirse que con-forman el reservorio simbólico de nuestra experiencia filogenética. En palabras de Jung:
El arquetipo es un elemento formal, en sí vacío, que no es sino una facultas praeformandi, una posibilidad dada a priori de la forma de la representación.[2]
Jung introdujo la objetividad de los arquetipos, el inconsciente colectivo y la intuición como aquellas categorías que Hume no percibió.[3]
Según esto, los arquetipos nos pondrían en relación con lo universal-objetivo del ser humano, lo con-vivido por todos los individuos y las formas culturales de la especie humana propiamente tal. Es a través de estas formas arquetípicas como el sentido (individual) del mundo puede ser realmente con-sentido ] (colectivamente). Según la expresión mitológica de Vicente Rubino el arquetipo ubicado en el dominio del inconsciente colectivo constituiría un puente o mediación entre el microcosmos humano (el sí-mismo -selbst- como centro de sentido personal) y el macrocosmos. Esto es, un puente entre la interioridad y la exterioridad del sentido, lo particular y lo universal, lo subjetivo y lo objetivo.
Ahora bien, hemos de insistir en que los arquetipos designan estructuras posibles de sentido, pero que no se identifican con las plasmaciones concretas de este sentido. Un arquetipo no se confunde, pues, con ninguna representación colectiva (en el sentido de Levy Bruhl), ni tampoco con un mito o una leyenda específicas, que no son sino formas vividas concretas del arquetipo. Mitos y leyendas son formaciones ya conscientes, mientras que el arquetipo residiría, ontológicamente, en ese dominio de lo indiferenciado conocido desde antiguo como unus-mundus, expresión de la ordenación unitaria del inconsciente colectivo sobre el cual aparecen constelados estos arquetipos que, a su vez, serían responsables estructurales (formales) de las representaciones humanas concretas (materiales) del sentido (mitos, leyendas...)[6].
Indudablemente, la idea del unus mundus se basa en el supuesto de que la multiplicidad del mundo empírico se apoya en una unidad subyacente (…) La existencia de innegables conexiones causales entre la psique y el cuerpo confirman su naturaleza subyacente unitaria, confirmando que incluso el mundo psíquico, tan extraordinariamente diferente del mundo físico, no se origina fuera del cosmos.
Acaso los partidarios del monismo junguiano aducirían como prueba de esta unidad del mundo, al menos por lo que refiere al mundo orgánico, la composición idéntica de todos los seres vivos, cuyo vocabulario genético es universal, difiriendo solo la combinación de este material (es un hecho que la misma combinación de nucleótidos A,C,G,T producen el mismo aminoácido en todos los organismos vivos). Ocurriría otro tanto con los elementos químicos de la tabla de Meldeleiev, los cuales forman la materia, al parecer, del universo entero conocido. Sin embargo, la tesis de la forma indiferenciada del unus mundus jungiano pretende ir mas lejos, al afirmar una especie de monismo cósmico (en negación dialéctica de la symploké) en el que todo se encuentra conectado entre sí, los hechos psicofísicos y los tiempos pasados, presentes y futuros, dando lugar a la controvertida idea de “sincronicidad”[7]. Sin embargo y al margen de esto, la tesis cosmogónica del unus mundus cumple sobre todo la función de servir como presupuesto ontológico del sistema psíquico objetivo jungiano, esencialmente diferente del sistema psíquico subjetivo, pese a que existencialmente no se trata de mundos incomunicables (en este sentido, ningún individuo o cultura humana puede proclamarse libre de ciertos modos de pensamiento arquetípico). Toda conciencia está pre-formada arquetipalmente desde los mas profundos y arcaicos estratos de lo inconsciente colectivo. La conciencia es, en efecto, externa, como supo ver Marx, pero esta exterioridad procede de estratos mas profundos y arcaicos que los modos de producción económica. Jung funda así un innatismo arquetípico (innatismo que apuesta por la verdad de las ideas, por mucho que estas no remitan a ningún kosmos noetós, trascendente y uránico), traducción simbólica al mundo humano que acaso recuerde a las “preprogramaciones” que los etólogos ven presentes en el mundo animal, negando con esto cualquier intento de caer en una concepción autárquica e individualista de la psique. Ahora bien, pese a resaltar el aspecto esencialmente universal del arquetipo, este necesariamente tiene que ser re-vivido, encarnado por el individuo. El individuo libre, por consiguiente, juega su papel, no es un mero títere en las manos de fuerzas exteriores incontrolables, fuerzas ante cuya numinosidad esté rendido de antemano. En opinión de Jung: “el arquetipo representa esencialmente un contenido inconsciente, que al conscienciarse y ser percibido cambia de acuerdo con cada conciencia concreta individual en que surge”. El arquetipo (universal) no puede darse, por consiguiente, al margen de la experiencia existencial concreta del individuo.
Llegados a este punto podemos preguntarnos sobre el origen del arquetipo y de lo inconsciente colectivo. ¿Porque la humanidad no ha descubierto antes los arquetipos? En un texto clave, Jung afirma que, “fue necesario un empobrecimiento sin igual del simbolismo para volver a descubrir a los dioses en formas de factores psíquicos, o sea, como arquetipos (…) desde que las estrellas cayeron del cielo y nuestros más altos símbolos se desvanecieron rige la vida secreta del inconsciente. Por eso tenemos hoy una psicología y por eso hablamos de lo inconsciente”. El arquetipo, lo inconsciente, vivía con anterioridad en forma de simbolismos dogmáticos (no tan impenetrables, en el fondo), como configuración del sentido religioso en cuanto canalizador de la energía psíquica profunda o libido. Las representaciones colectivas, las formas rituales, de las que antes hemos mencionado que no se identifican con los arquetipos, serían explicables en tanto modos de fortalecer la conciencia de la humanidad primitiva, poniéndola a cobijo de eventuales inundaciones por parte del inconsciente arcaico. Desde aqui entenderíamos la crítica de Jung al protestantismo que deviene neurosis kierkegaardiana a la manera de una “iconoclastia crónica”. En efecto, Jung ha sido un crítico implacable de la iconoclastia de la reforma, una demolición de las imágenes que habría desestimado la función real del imaginario colectivo, y potenciado con ello una teología sistemática de carácter abstracto (por cierto, esa teología que el europeísta y protestante Ortega privilegió en detrimento de la relación mística con la religión), pero alejada de cualquier mediación simbólica. La “prole de Lutero”, por decirlo con Machado, habría efectuado la labor de vaciar el sentido del dogma y el símbolo auténticamente religiosos, y solo al final de este vacío, gracias a la psicología, habríamos sido capaces de descubrir sus estructuras fundamentales. Desde estos presupuestos entenderíamos la simpatía de Jung por la forma católica de la religión cristiana, así como su interés por la simbología oriental. Este sentido simbólico, encarnado singularmente por los mandalas, jugará un papel importante en la liberación de la energía creativa y el apaciguamiento de los estados caóticos del espíritu según la idea junguiana de terapia.
La existencia de arquetipos, cuyo estatuto ontológico es simbólico y no fisicalista, podría ser comprendido como un postulado necesario de toda la teoría jungiana sobre la psique humana. Y esto porque la mayor parte de las ideas fundamentales sobre las que basculan las hipótesis psicológicas jungianas son ellas mismas arquetipos (que no son , por cierto, meras generalizaciones empíricas). Son arquetipos el sí-mismo, el animus y el anima, conceptos que constituyen la auténtica clave de bóveda de la psicología profunda jungiana. Y son también arquetipos el anthropos, la gran madre, el mago, el héroe y la mayoría de las áreas de interés estudiadas por los analistas jungianos de todo el mundo.
Pese a que Jung no fue un filósofo sistemático, cosa que en verdad nunca pretendió, entendemos en resolución que su arquetipología solo puede comprenderse adecuadamente desde claves filosóficas, mas que psicológicas (al menos si entendemos que la psicología es una ciencia empírica, con todas las reservas oportunas). La arquetipología es un instrumento de comprensión, una hermenéutica de sentido, cuya virtual potencia explicativa habrá de ser contrastada en la práctica, ya sea en el marco de una terapia encaminada a conseguir un adecuado “proceso de individuación” o en el análisis de determinados fenómenos culturales, artísticos, sociales.
FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO DE CARL G. JUNG
Por: Vicente Rubino
Por: Vicente Rubino
El Dr. Vicente Rubino es Miembro Honorífico de
la Fundación C.G.Jung de Psicología Analítica
la Fundación C.G.Jung de Psicología Analítica
"Vocatus atque non vocatus Deus aderit"
Entre los grandes psicólogos de la llamada por Eugen Bleuler Psicología Profunda, Jung, como pionero, se distingue como el único que ha interpretado lo Inconsciente en función de la vida espiritual del hombre, y el primer autor que trata los hechos de la experiencia religiosa - la Vivencia Numinosa - como instancia válida y auténtica de la personalidad, y no simplemente como " Epifenómeno ", como sublimación o como un síntoma neurótico. El vínculo con los hechos religiosos -no los credos no dogmas- sino la íntima relación entre el individuo y las vivencias de la realidad vital y cósmica, era para Jung de primordial importancia en la formación y desarrollo del ser humano.
Con respecto al hombre contemporáneo, Jung señaló la falta de significación de la experiencia vital, que lo ha llevado a un estado de hosquedad interior, confusión, desorientación y ausencia del sentido de la vida. Si el hombre actual quiere liberarse de su letargo, deberá encontrar el sentido de su existencia a través de la potencialidad de sus profundas fuerzas inconscientes, por cuanto, afirmaba Jung, la Psique es originaria e intrínsecamente creadora.
Si el hombre actual se halla encerrado en una trampa, es porque se apartó de la esfera íntima de su ser, pues en los recónditos intersticios de su naturaleza misma está el integrarse y construir una unidad a partir de los fragmentos desarticulados de su personalidad. La concepción junguiana del Proceso de Individuación constituye, en esencia un camino hacia el encuentro consigo mismo, lo cual está dentro de las posibilidades del hombre encontrar y vivenciar el sentido de su vida.
El hombre que se encuentra en este sendero puede adquirir, además, un sentido de la amplitud de la Psique y de su íntima relación con la realidad tanto objetiva-externa como subjetiva-interior. En este campo, una de las contribuciones de Jung consistió en demostrar que entre los contenidos psíquicos, hay algunos cuya naturaleza esencial es la de dar al hombre un encuentro vincular con el mundo como Cosmos. Estos contenidos, que son los símbolos más profundamente enraizados y fundamentales del Inconsciente, configuran una expresión no sólo de procesos psíquicos, sino también de principios que actúan en el Cosmos. Lo que Jung denomina arquetipos es una manifestación en el hombre de dichos principios, y constituye un eslabón, un vínculo entre el si-mismo y el Macrocosmo, el universo que está más allá de la esfera psíquica del hombre. La Psique contiene no sólo los deseos reprimidos. Y los temores ocultos en las oscuras profundidades del Inconsciente, sino también la vivencia de la realidad e interioridad psíquica del hombre, de su " puesto " en el Cosmos, a través de las estructuras arquetípicas. Lo inconsciente se extiende hacia los estratos inferiores de la naturaleza animal del hombre, y alcanza también, más allá de lo humano, un contacto significativo con los infinitos aspectos del Principio Vital, lo que nos permite ampliar nuestro concepto y hablar, más que la profundidad de la psique, tomando una expresión de San Agustín, de la Magnitud de la misma. Y es con este sentido, el de Magnitud, que Jung imprime una dimensión nueva y necesaria a la Psicología Profunda.
El poder creador de la personalidad y la Magnitud de la Psique son dos pilares en el pensamiento de Jung. Y agrega, además, un sentido temporal dialéctico: esto implica la idea fundamental de que, en todo opera el principio de los opuestos. Este principio es para Jung , la ley inherente a la naturaleza humana: La Psique es un sistema de autorregulación, y no hay equilibrio alguno ni sistema de autorregulación sin lucha de opuestos. La función reguladora de los opuestos, la Enantiodromía, fue considerada por Jung como fundamental entre todas las leyes psicológicas, y ha sido descubierta por Heráclito, pensador que ha influido notablemente en su pensamiento. Debemos entender por Enantiodromía ( enantios = opuestos, contrario. Dromos = carrera, recorrido ) el fenómeno por el cual un polo dialéctico pasa a ser opuesto. Es " Pasar a su contrario ". Heráclito dice: "Lo contrario llega a concordar, y de las concordancias surge la más hermosa armonía, y todo nace de la lucha". (fragmento 8). En el fragmento 67 dice: "Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre", y el fragmento 90, dice: "Todo es cambio, las cosas se tornan fuego y el fuego cosas, así como las mercancías se convierten en oro y el oro en mercancías". Podemos expresar esta ley como: Todo polo contiene secretamente a su contrario.
En la antropología psicológica de Jung, la personalidad como un todo es denominada psique, lo que significa originariamente Alma, deviniendo luego en el concepto Mente. La Psique abraza todo pensamiento, sentimiento y conducta, tanto consciente como inconsciente. Funciona como guía que regula y adapta al individuo a su medio social y físico, así como a las demandas de su mundo interior.
Para Jung, la Psicología no es ni biología ni fisiología, ni ninguna otra ciencia que no sea, precisamente, este conocimiento de la Psique. El concepto de Psique afirma la idea primaria de que una persona es un todo desde un comienzo, y no una reunión de fragmentos agregada por la experiencia y el aprendizaje. Lo que debe hacer el hombre en el lapso de su vida es desplegar esta integridad inherente (potencialidad) hasta el máximo grado posible de diferenciación, coherencia y armonía; y precaverse de la ruptura y escisión en sistemas parciales autónomos.
En su fundamento, el hombre contiene en sí un factor ordenador. Y se halla situado entre el espíritu y los instintos, entre lo interior y lo exterior, entre lo consciente y lo inconsciente: el Alma es un lugar de cruce, y determinada desde ambas vertientes: por un lado es lo devenido y por otro, se halla en devenir, en cuyo caso sólo puede ser concebida sintéticamente o constructivamente.
La única parte de la mente que el individuo conoce directamente es la conciencia, y a su respecto expresa Jung: "Cuando se medita en lo que es en realidad la conciencia se queda uno profundamente impresionado por el hecho altamente asombroso de que a un acontecimiento que sucede en el cosmos al mismo tiempo se engendra internamente una imagen, de que, por así decirlo, acontece igualmente internamente, esto significa exactamente: se hace consciente". La conciencia es la referencia al yo de los contenidos psíquicos en cuanto es percibida por el yo como tal. Luego, las referencias que no son percibidas por el yo como tales, son inconscientes. La conciencia es la actividad que mantiene la relación entre todos los contenidos psíquicos y el yo. La conciencia no es algo idéntico a la Psique, por cuanto ésta representa la totalidad, el conjunto de todos los contenidos psíquicos, de los cuales poseen un vínculo directo con el yo, y por lo tanto, no pueden ser considerados como contenidos conscientes. La orientación de la mente consciente está dada por la Función Psíquica, siendo ésta una actividad psíquica determinada, que en circunstancias distintas permanece, en principio, idéntica a sí misma, y permite adecuar al individuo a la realidad objetiva-externa. Es una forma de manifestación de la Libido, considerada ésta por Jung, no como una mera energía sexual, sino como la total energía psíquica del individuo. Las cuatros funciones psíquicas son: Pensar, Sentir, Percibir e Intuir.
El yo es un complejo de representaciones que constituye el centro de la esfera consciente, y mantiene la máxima continuidad e identidad respecto de sí mismo. El complejo del Yo es tanto un contenido de la conciencia, como una condición de la misma.
El yo no es idéntico a la totalidad de la Psique, sino que es un complejo entre otros complejos. Es el organizador de la mente consciente: consta de percepciones, recuerdos, pensamiento y sentimientos conscientes, y juega la función vitalmente de ser guardián del umbral de la conciencia: a menos que el yo admita su presencia, una idea, un recuerdo, un sentimiento o una percepción, pueden no ser vivenciados conscientemente, puesto que el yo es altamente selectivo. Brinda la identidad y continuidad del hombre, porque a través de la selección y eliminación de cierto material psíquico, el Yo puede mantener la coherencia de la Trama histórico-vital del individuo. Por eso, a través del Yo es que sabemos que hoy somos la misma persona que la que éramos ayer y antes. A este respecto, la individualización y el Yo actúan en estrecha relación ínter fundamentándose para desarrollar una personalidad característica y en movimiento.
Más allá de la esfera de la conciencia, en un ámbito más profundo y de mayor oscuridad, se halla el Inconsciente Personal. Este abarca aquellos contenidos psíquicos que han sido reprimidos y aparentemente "olvidados" y también aquellas vivencias tendenciales e impulsivas que no han penetrado en la conciencia. El Inconsciente Personal, a diferencia de la conciencia que el individuo conoce directamente, lo inferimos a través de ciertas manifestaciones y, dentro de ellas, los Síntomas, Complejos y Símbolos.
Podemos considerar al síntoma como un fenómeno de estancamiento de la libido, que se manifiesta tanto somática como psíquicamente. Es una "señal de alarma" que anuncia que algo esencial en la actitud consciente no está bien, algo " falla ", es insuficiente y no está en armonía, y al impedirse el fluir de la energía psíquica, deja de existir la complementariedad de los opuestos, produciéndose desacuerdos y disonancias internas, coartándose así el libre despliegue del individuo.
Los Complejos son partes que se han separado de la personalidad psíquica, grupos de contenidos psíquicos que se han desunido de la conciencia y funcionan autónoma y arbitrariamente; es decir, que llevan una existencia aparte en la oscura esfera del inconsciente, desde la cual, en cualquier momento, pueden inhibir o estimular producciones conscientes ( Jung ). El Complejo consta:
a) de un elemento nuclear significativo, inconsciente y autónomo.
b) de asociaciones determinadas vinculadas entre sí por una
Tonalidad afectiva.
El Complejo depende, por un lado, de la disposición personal primigenia, y por otro, de vivencias vinculadas significativamente al mundo objetivo-externo. El complejo es un Punto medular, un centro vibracional, el cual, motivado por ciertas circunstancias, se torna amenazante y patógeno, y puede mediante su fuerza el estado de equilibrio psíquico, y someter al individuo íntegramente a su influencia. A través del "Descenso del umbral de la conciencia", de acuerdo al concepto de Pierre Janet, se sustrae energía a la conciencia, eclipsándose el estado consciente activo, permitiendo de este modo que el complejo irrumpa en la esfera consciente, actuando como "cuerpo extraño". Como complejo posee armonía propia, integridad y cierto grado de autonomía, representa la manifestación de un estado psíquico alterado con intensa carga emocional, y se muestra incompatible con la actitud habitual de la conciencia: el complejo es una potente fuerza psíquica, frente a la cual son vanas las intenciones conscientes, quedando así coartada la libertad del Yo.
Símbolo:
Del griego Symbolón, puede definirse como la unidad sintética de sentido entre dos polos diádicamente opuestos: lo manifiesto y lo oculto. Es decir, que tras su sentido objetival, visible, se oculta otro invisible más profundo. Lo simbólico puede darse tanto en forma gráfica o artística, como en forma viviente y dinámica en los sueños, ensueños y visiones.
El símbolo es una realidad dinámica plurisignificativa cargado de valores emocionales e ideales, es decir, de verdadera vida. El símbolo es una condensación expresiva y precisa, y corresponde por su esencia al mundo interior, que es intensivo y cualitativo, en contraposición al mundo exterior que es extensivo y cuantitativo.
Lo simbólico no es lo determinado, no es una reducción constrictiva: esto sería una alegoría, que sí es una derivación mecanizada y reductora del símbolo.
El símbolo se mantiene vivo mientras esté cargado de significación. Si hipotéticamente pudiese develarse totalmente, es decir, si se lo pudiese desocultar, ya no sería más un símbolo: desprovisto de vida, queda ya sólo como mero signo: es la historia de Monsieur Jourdan, del " Burgués gentilhombre " de Molière, quien descubre que hablaba en prosa creyendo, ilusoriamente, que se expresaba poéticamente.
A tal efecto, Goethe expresaba que: ... "en el símbolo", lo particular representa lo general, no como un sueño o como una sombra, sino como viva y momentánea revelación de lo inescrutable...
Lo simbólico no excluye lo histórico, ambas formas pueden considerarse como polos de una estructura dialéctica cuya síntesis es un principio metafísico. En tal sentido, el símbolo agrega un nuevo valor a un objeto o una acción, sin atentar por ello contra sus valores propios, inmediatos e históricos.
Puede ser también considerado símbolo todo fenómeno psicológico en cuanto suponemos que expresa o significa algo más o algo distinto de lo manifiesto, algo misterioso e incognoscible que escapa a los conocimientos conscientes, y que está cargado de nuevas potencialidades.
Jung distingue con precisión entre los conceptos de alegoría y símbolo: " Todo criterio que explique la expresión simbólica como analogía o designación abreviada, es semiótico. En cambio será simbólica como la mejor formulación posible -luego imposible de exponer más clara o característicamente por de pronto- de una cosa relativamente desconocida. Será alegórica la concepción que declare la expresión simbólica como paráfrasis o metamorfosis deliberada de una cosa conocida".
Y más adelante, expresa la diferencia entre signo y símbolo:
"La expresión que se supone para algo conocido nunca pasa de ser un mero signo, pero no será un símbolo nunca. Por eso es algo de todo punto imposible hacer surgir un símbolo vivo, es decir, grávido de significación, de conexiones conocidas. Pues el símbolo así creado nunca contendrá más que lo que en él se ha incluido".
Podemos concebir al símbolo en distintos aspectos de interpretación, y así tenemos los siguientes niveles:
a) Psicológico: Los símbolos se presentan como productos naturales de los procesos psíquicos y emergen de lo inconsciente para penetrar en las actitudes conscientes.
b) Social: Constituye el lado funcional del símbolo y canalizan las energías del sujeto, orientándolas hacia las actividades del grupo.
C ) Histórico: El símbolo aparece bajo formas diversas y cambiantes conforme a los factores tiempo y cultura.
D ) Nivel ontológico: El símbolo es interpretado como el medio a través del cual el hombre articula y manifiesta, sin saberlo, el modo de ser primario que está en su naturaleza.
Un importante fundamento ha recibido la psicología profunda en el campo filosófico a través del pensamiento de Ernesto Cassirer, quien realmente ha podido llegar a puerto firme al establecer la diferencia esencial o cualitativa entre el hombre y los de más antes de la naturaleza. Este diferencia cualitativa, que los representantes de la concepción científico-natural del Homo Faber no consideraban, estriba, no en grados de la inteligencia, sino precisamente, en el Universo simbólico, Universo de sentido propio y exclusivo del hombre.
Cassirer expresa: "... en el mundo humano encontramos una característica nueva que parece construir la marca distintiva de la vida del hombre. Si círculo funcional no sólo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha sufrido también un cambio cualitativo..."
Para Cassirer esta marca distintiva es la capacidad de simbolizar. Y esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Para este gran filósofo el hombre, por lo tanto, no sólo vive en una realidad más amplia, sino en una nueva dimensión de la realidad, es decir, que el hombre "ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico". Y agrega: "El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejan la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana".
Con referencia a estos conceptos, Jung coincide con Cassirer, y considera que toda energía e interés que el hombre actual invierte hoy en la ciencia y en la técnica, el hombre de las culturas llamadas primitivas, la consagraba al mundo de los símbolos, a ese "lenguaje olvidado" que los pueblos proyectaron en forma de mitos, leyendas y cuentos.
La instancia más profunda y asimismo la de mayor Magnitud de la Psique - el Inconsciente Colectivo u Objetivo- es la fuente de los elementos que llegan a la conciencia, y también el punto de contacto entre el individuo y las fuerzas cósmicas supraindividuales.
Los contenidos del Inconsciente Colectivo son los Arquetipos que, al manifestarse emergen como " formas o imágenes de naturaleza colectiva, que se dan casi universalmente como constituyentes de los mitos y, al propio tiempo, como productos individuales autóctonos de origen inconsciente" ( Jung ).
Los arquetipos son los patrones fundamentales de la formación de símbolos, que se repiten a través de los contenidos de las mitologías de todos los pueblos, en la humanidad entera, y se expresan como imágenes Primordiales, desde los oscuros tiempos de la prehistoria de la especie humana. Los agentes primarios motivadores de vida en la Psique individual y las pautas psicológicas totales de culturas enteras son manifestaciones de fuerzas arquetípicas. Los arquetipos son las primordiales formas de la cual, por variación, derivan infinidad de formas distintas entre sí. Estos arquetipos son inherentes al estrato primordial de la vida. Ya vimos que este " Substratum " es el Inconsciente Colectivo. Los arquetipos son los principios universales que subyacen y motivan toda la vida psicológica, individual y colectiva.
El concepto tiene su origen en el EIDOS platónico ( Latín: Essentía o Quidditas ), y a la fuente de estas Ideas eternas se la consideraba como la " Mente Universal ", el dominio y el depósito de las esencias ( arquetipos ) de todas las formas que pudieron existir y de todas las ideas que pudieron pensarse. La mente universal es un concepto comparable al Inconsciente Colectivo. Ya el término Universo es " Vertiente del Uno ", " Giro del Uno ".
El descubrimiento de Jung ha sido erróneamente interpretado y criticado atribuyéndole el querer reflotar la antigua concepción de las " Ideas Innatas ", pero, en realidad, lo que quiso expresar Jung es que se trata de " Modos heredados ", de Tendencias, de Dominantes, que se hallan enraizadas en la naturaleza de la Psique, y que se heredan sólo en el sentido de la Estructura, con sus tendencias intrínsecas a manifestarse de determinada manera.
Para Jung, los arquetipos podrían compararse con el sistema axil de un cristal, el cual forma " a priori " la estructura cristalina en un líquido madre, aunque carezca de existencia material propia. El arquetipo en sí mismo es vacío y puramente formal, es un principio Formativo, una " Facultas Praeformandi ", una posibilidad de representación que se da "a priori".
La naturaleza real del arquetipo no es capaz de hacerse consciente, es trascendente. Por eso expresa Whitmont que los arquetipos son "Configuraciones energéticas dinámico -transpsicológicas , y por ende, trascendentales". Son "Pautas de forma y dinámica universales y cósmicas, y conforman en su manifestación "Campos arquetípicos".
Las imágenes primordiales no siempre son las mismas: varían según la proyección cultural, por lo que inferimos que lo que se hereda son las mismas tendencias estructurales. Por tanto, los arquetipos son patrones subyacentes de la formación de símbolos, y no sus detalles específicos.
En síntesis, los arquetipos en sí son Dominantes del Inconsciente Colectivo, son Tendencias, Entes potenciales, estructuras virtuales, que no adquieren significado hasta no hallar expresión en el mundo exterior, por cuanto no percibimos los Arquetipos en sí, sino los arquetipos manifestados. Mas que presentarnos hechos, se nos presentan a través de los hechos: "Conoceréis al árbol por sus frutos ".
La antropología psicológica de Jung es una de las respuestas antitéticas a la concepción del hombre que el siglo XIX nos había legado. La idea del Homo Faber del Positivismo y Darwinismo consistía en una visión demasiado restringida de la existencia humana, en donde la misma se hallaba en un estado de extrema " cerrazón ", con su Hombre - animal - evolucionado - económico- racionalista, y con su determinismo biológico e histórico.
La concepción freudiana del inconsciente fue la primera herramienta intelectual con fuerza suficiente para superar a la vieja psicología racionalista. Pero el propio Freud no pudo trascender el umbral del naturalismo antropológico, quedando así en la oscuridad ciertas respuestas acerca de la problemática del hombre contemporáneo, esperando que alguien proyectara la luz de la Psicología Profunda sobre las fuerzas sociales e históricas que se ocultan bajo la conciencia y permita comprender lo inconsciente en función de su significado y de sus consecuencias para la vida espiritual del hombre.
La obra de Jung está orientada en esta dirección: su comprensión de lo Inconsciente va mucho más allá de la concepción racionalista de la conciencia. Su interpretación de la Psique es intrínsecamente histórica y se basa prevalentemente en una concepción sociocultural, lo que lo acerca a las ideas filosóficas de Ernest Cassirer, más que biológica del hombre. Y, sin ofrecer teoría metafísica unilateral alguna, evita una limitada posición materialista, preparando el campo psicológicamente para una penetración más profunda de la realidad, al interpretar con seriedad el significado de la "Vivencia Numinosa ".
Jung ha sido una Fuerza Guía que abrió el camino a un campo nuevo, ocupándose en forma sistemática tanto de las instancias oscuras del hombre, como de sus capacidades espirituales integradoras. Por esta razón, se destaca como figura rectora para quienes creen que la respuesta a los problemas modernos debe abarcar la comprensión de los estratos profundos del inconsciente, conjuntamente con una concepción dinámica de la naturaleza espiritual del hombre. En su esfuerzo por obtener una visión más amplia de la realidad y, en particular, de sus aspectos psíquicos, Jung procuró colocarse fuera de la Weltanahauung de la mente occidental de su época, en una actitud de Epojé, es decir, de poner entre paréntesis, para poder comprender el sentir de otros pueblos, con sus diversas concepciones del mundo. Vivenció la necesidad de una perspectiva más amplia de la que nos habían brindado hasta ahora las filosofías de Occidente, y para adquirir conciencia de las limitaciones de la personalidad europea, se nutrió, para traducir su forma de pensar sobre los procesos psíquicos, en las religiones y filosofías antiguas de Oriente. Trató de interpretar los fenómenos psíquicos con el antiguo material de culturas remotas, procurando unir la sutileza introvertida de Oriente, con el espíritu extravertido y práctico de Occidente, y dando a la sabiduría las antiguas religiones orientales una forma tal que pueda ser utilizada por las modernas ciencias del hombre.
A pesar de que Jung trató de indagar en las raíces filosóficas de su propio pensamiento, nunca aceptó la apelación de filósofo y, sobretodo, de metafísico y, en verdad, tiene razón al mantener que su psicología no es una filosofía disfrazada, ya que describe pura y simplemente vivencias humanas. Pero, por otra parte, detrás de estas vivencias, expresada o no, subyace toda una fundamentación filosófica que no puede considerarse como la invención de una filosofía personal, de un sistema entre los sistemas, sino del descubrimiento de una filosofía inscripta implícitamente en el Inconsciente Colectivo. Es menos su filosofía que la filosofía implícita descifrada por él, y que se enraíza en lo más profundo del espíritu humano.
Mientras las psicologías de Janet y de Adler son representantes del pensamiento de la Ilustración, y la psicología existencial del Estoicismo, la psicología analítica de Jung, así como el psicoanálisis de Freud, son descendientes póstumos del Romanticismo. Pero el Psicoanálisis es también heredero del Positivismo y Darwinismo, mientras que la Psicología analítica rechaza dicha herencia y retoma a las fuentes del Romanticismo y de la filosofía de la Naturaleza.
En la obra de Jung, la dicotomía clásica entre el sujeto y el objeto pierde mucho de su rigor, y esta imprecisión de frontera marca tanto su práctica terapéutica como sus especulaciones sobre la religiosidad. Esta quiebra del límite entre sujeto y objeto, y la participación de la Intuición y del Sentimiento, convierten a la suya en una psicología comprometida: no se aparta naturalmente del espectáculo, sino que queda involucrado en el mismo. Dicha ruptura de la línea divisoria entre sujeto y objeto acerca a Jung a los postulados de Husserl y a su concepto de Intencionalidad, pero esa relación se observa en diferentes niveles: Husserl es un pensador que se despliega dentro de la esfera de la Esencia, haciéndolo Jung, en cambio, dentro de la esfera del hecho empírico.
La actitud general de la fenomenología de Husserl, en tanto método que se empeña en descubrir el sentido propio del fenómeno, tal cual se manifiesta a quien lo examina e interroga, renunciando a formular un juicio sobre el aspecto ontológico del mismo, es plenamente coherente con las perspectivas de Jung, y responde a sus búsquedas. El también desea estudiar los fenómenos psíquicos sin tener que preocuparse de una filosofía que desde afuera les prescribiera la ley y los juzgue desde el exterior, sea que se presente como un idealismo deductivo o que asuma las apariencias de un positivismo inductivo. Jung se había visto confrontado con estas dos tendencias predominantes del siglo IXI, y ambas le parecían inaceptables. La actitud de Husserl a través de su expresión: "Ir a las cosas mismas" le pareció providencial, por cuanto ansiaba comprender sin prejuicios los hechos empíricos.
Su fidelidad inicial al agnosticismo teórico de Kant fue el blanco de muchas críticas que se le hicieron. La abstención de todo juicio de valor -la Epojé-, en cambio, le permitió interpretar su actitud en una forma más flexible. De ella emanan los verdaderos enriquecimientos que se deben al constante esfuerzo de Jung por tener en cuenta los factores psíquicos de su integridad. Al renunciar a cualquier juicio absoluto de valor, Jung concentró su atención sobre la estructura y sentido propio de universos simbólicos alejados de la conciencia occidental, tales como el lenguaje de los sueños, la Filosofía Hermética de los alquimistas, la historia de las religiones, las cosmovisiones orientales, cuyas representaciones eran extrañas para un pensamiento científico puramente causalista. Logró crear así una ciencia de los fenómenos que hasta entonces se habían desdeñado por inadvertencia o menosprecio.
En la obra de Jung, el Alma, que había sido expulsada de la psicología, es restituida de nuevo a su lugar: " Wirklichkeit der Seele ", Realidad del alma. Pero esta alma es siempre pensada como sólidamente encarnada: " Organismus der Seele ". Este organismo del alma es solidario no sólo del cerebro, sino del organismo entero, lo que nos permite hablar de un " Psiquismo espinal ", el mismo que aparece en el pensamiento índico en la figura de la serpiente Kundalini, que con sus siete Chakras conforma verdaderos centros de conciencia.
Encontramos aquí una concepción jerárquica que, mucho más que el dualismo tradicional, es una forma dispuesta a recibir toda la Psicosomática de nuestros días: "Yo no tengo un cuerpo, soy mi cuerpo".
Desde el principio, los arquetipos han sido concebidos por Jung como trascendentes a la conciencia. Manifestaciones a ésta por más de una imagen, continúan inconscientes en sí mismos, de donde surge, entonces, un dramático interrogante: ¿Es puramente psíquico el Inconsciente?. En sus observaciones sobre los Fenómenos acausales Jung expresa que éstos se hallan regulados (no causados) por arquetipos, y se pregunta si estos últimos no pertenecen a una trascendencia más radical, en la que se delinearía una especie de denominador común entre la materia y el espíritu. Las ideas de Jung en este campo son ciertamente inquietantes y abren extrañas incógnitas: los conceptos turbadores sobre el Principio de Sincronicidad, que definió como " la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante", nos invitan a sobrepasar, en último análisis, la oposición entre el espíritu y la materia, como la dualidad del espacio y del tiempo.
Estas concepciones de Jung subyacen en la filosofía implícita de su antropología psicológica, la cual, partiendo de las distintas fuentes que nutrieron su pensamiento, converge hacia una real Filosofía de la Naturaleza, que trata de elucidar, precisamente, las leyes espirituales inherentes a una interpretación de la Naturaleza y de la Psique. En la misma confluyen tanto las ideas de los pensadores del Romanticismo como la de la Filosofía Hermética, la de los filósofos de la Vida como el Pensamiento primitivo, la de la Filosofía del Inconsciente como la de la Simbología del Espíritu, en un movimiento fluyente heraclíteo, y dentro de un universo como el del milenario pensamiento filosófico chino.
La filosofía implícita en la obra de Jung contempla la Unidad del hombre y la naturaleza, el Micro y del Macrocosmos, donde la vida humana es considerada como Participación en el Ritmo Cósmico. El Universo es considerado como un Todo organizado en el que cada parte se vincula con todas las demás mediante una relación de Simpatía. Existe un Principio básico que se expresa en la Ley de polaridades: pares de fuerzas antagónicas y complementarias que se unirían en la forma de Indiferencia. En el seno de la naturaleza hay polaridades como el día y la noche, la energía y la materia, la gravedad y la luz y, fundamentalmente, los principios masculino Yang y femenino Yin, que sobrepasan los límites del mundo animado, y le dan a la filosofía implícita el carácter dialéctico que la caracteriza.
En esta filosofía existe el concepto básico de los Fenómenos Primordiales ( Urphanomene ), como los Arquetipos, y la serie de metamorfosis de ellos derivada. También contempla el Inconsciente como el real fundamento del ser humano, por estar enraizado en la vida invisible del universo y ser, por lo tanto, el verdadero nexo de unión del hombre con el cosmos. Relacionada con la noción de Inconsciente se encuentra la del "Sentido Interno o Universal" ( Allsinn ), mediante el cual el hombre, antes de la Caída, era capaz de conocer la naturaleza, en una comunión con todo lo que lo rodea, en una verdadera "Participación mística".
La cosmovisión de Jung expresa la existencia de un Principio Vital, el que desde su originaria unidad se desdobla y multiplica, se ramifica y diversifica, se metamorfosea, en suma y, es la gran fuente de la vida. Además de la naturaleza visible, la filosofía implícita espira a penetrar en los secretos del "Fundamento" (Grund) de la naturaleza, que es considerado a la vez, fundamento de la propia Alma, y los medios para alcanzar ese Fundamento se encuentran no sólo en el intelecto, sino, sobre todo, a través del Centro Viviente del Tetraktys, que Troxler llamó " Gemütt " y, que es análogo al Sí - mismo ( Selbst ).
Y contempla, además, la vida humana como un largo proceso de Advenimiento, una serie de metamorfosis que constituye el Proceso de Individuación, en un eterno Pantha rei, que convierte a las concepciones de Jung en una real Filosofía del Devenir.
Quedan así asignadas notas esenciales de la filosofía implícita en el pensamiento de Jung, y por ende, de su concepción antropológica.
Son las raíces del Árbol.
El árbol es la monumental obra que Jung nos ha legado.
Esta obra, su Opus, vive, precisamente, para develarnos verdades sumergidas de quien ha descendido a los infiernos del abismo humano, para encontrar sendas en las acuciantes criptas de los interrogantes del hombre de nuestro tiempo.
NOTAS BIBLIGRAFICAS:
01- Llanos, Alfredo: La Filosofía de Heráclito, ED. Rescate, Bs. As., 1984.
02- Jung, Carl: Recuerdos, sueños, pensamientos, ED. Seix Barral, Barcelona, 1974, Pág. 412.
03- Jung, Carl: Tipos psicológicos. ED. Sudamericana, Bs.As. 1985, Tomo II, Pág. 282.
04- Jung, Carl: Ídem, Pág. 283.
05- Progoff, Ira: La Psicología de Jung y su significación social, Paidós, Bs.As. 1967, Pág. 232.
06- Cassirer, Ernest: Antropología Filosófica. FCE, México, 1965, Pág. 47.
07- Cassirer, Ernest: Idem, g 47.
08- Cassirer, Ernest: Idem, g 47.
09- Jung, Carl: Psicología y Religión. Paidós, Bs.As. 1972, Pág. 85.
10- Jung, Carl: La interpretación de la naturaleza y de la Psique, Paidós, Bs.As., 1964, Pág. 35.
Nota de la Redacción:
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